Puntos clave
- Crear nuevas formas de vida o de resolución de problemas sociales puede ser desafiante y requiere que las personas cambien y se adapten de maneras inesperadas
- Una manera madura, hábil y responsable de lidiar con las emociones, creencias, hábitos y actitudes es un ingrediente importante en proyectos comunitarios exitosos
- Cultivar la actitud de aprendiz permite a las personas y grupos enfrentar los desafíos, nutriendo así el crecimiento y la creatividad individual y colectiva
- Los marcos compartidos para apoyar el crecimiento personal pueden convertir el conflicto potencial en oportunidades de conexión entre las personas y aumentar la capacidad del grupo para alcanzar sus objetivos.
- La comunicación transparente sobre las intenciones y el compromiso crean sinergias donde los objetivos colectivos y la iniciativa individual se combinan en beneficio de ambos
- Unirse a un proyecto comunitario brinda oportunidades para satisfacer las necesidades individuales de manera colectiva.
Visión de conjunto
Unirnos a un grupo con la intención consciente de trabajar y vivir juntos crea posibilidades y desafíos para cada miembro del grupo. La forma en que un grupo funciona a largo plazo depende de cómo responda y cómo gestione cada individuo (esas posibilidades y desafíos). La forma en que respondemos, a su vez, a menudo depende de nuestras actitudes, nuestros antecedentes, nuestras necesidades personales y cómo las expresamos. También depende de nuestra apertura para aprender y mejorar nuestras habilidades para responder con mayor conciencia de nosotros mismos, los demás y nuestras comunidades.
La disposición a crear o vivir en comunidad ya indica que una persona tiene un cierto conjunto de actitudes. Estas pueden ser una voluntad de tomar la iniciativa y explorar nuevos territorios, un deseo de vivir de una manera diferente a la anterior, un anhelo de cambiar el mundo para bien, o vivir más en alineación con los ideales y valores propios.
Si bien es positivo y creativo, el paso para convertir la búsqueda de alternativas en la vida cotidiana también desafía nuestros hábitos, creencias y patrones de comportamiento; cosas que a menudo van más allá de lo esperado o que el individuo no necesariamente conoce antes de dar el paso para crear, trabajar o vivir en comunidad. Además de eso, estar en comunidad requiere que los miembros colaboren y vean sus propias creencias, necesidades y prioridades en relación con la intención, los acuerdos y los objetivos del grupo, y las creencias personales, las necesidades y los antecedentes de otros miembros de la comunidad. Este es un proceso permanente que requiere que las personas examinen y des-aprendan las normas sociales, los hábitos y las conductas que obstaculizan la realización de sus proyectos, y en su lugar aprendan otras nuevas que respaldan al grupo y sus miembros para hacer realidad sus visiones.
Debido a esto, comenzar o unirse a un proyecto comunitario no solo se trata de crear nuevos edificios, estructuras o formas de vida, también puede ser un viaje de descubrimiento interno, transformación y crecimiento. La forma en que las personas abordan este viaje tiene un gran impacto en la armonía de las relaciones y la capacidad del proyecto para llevar a cabo su intención y alcanzar sus objetivos.
Con el apoyo de nuevas habilidades, la actitud del aprendiz y una mayor conciencia, los miembros de la comunidad pueden convertir los desafíos inevitables en oportunidades para darse cuenta de sí mismos y de su proyecto, y hacer del viaje hacia la comunidad una bella aventura llena de nuevos descubrimientos.